Su questa realtà così amara, segnata da tante ingiustizie e povertà, il Messaggio propone, per prima cosa, “uno sguardo teologico”. Ad esso poi fa seguire alcune “idee-forza” o “direttive”, che occorre tenere presenti nel formulare “opzioni, proposte e priorità”. Solo così diventerà possibile collaborare tutti insieme, in modo efficace, all’avvento del Regno di giustizia e di pace del Cuore di Gesù.
N.B. - Qui vengono riportati integralmente i tre paragrafi centrali del “Messaggio”, e in modo sintetico la parte conclusiva.
1. Una mirada teológica
Dios crea para dar vida
La economía depende de la visión del hombre o antropología que tenga cada sociedad.
En la antropología bíblica Dios es el que tiene la iniciativa. Es el primero (Dt. 6,4). Pero es un “primero” muy particular. Dios crea la vida para dar vida. No crea para “beneficiarse” sino para “darse”.
Podríamos decir que la creación es la primera fase del abajamiento de Dios. Un Dios Padre que se abaja y queda afectado por la creación. Desde el inicio quiere instaurar su Reino y para eso crea saliendo de Sí y entregándose.
El Hijo, hombre para los demás
Esta entrega de Dios se hace definitiva en la encarnación del Hijo (Jn 13, 16). La encarnación es la segunda fase del anonadamiento de Dios. Ahora es el Hijo el que se desviste de su dignidad (Fl 2, 6-11) y se hace uno como nosotros.
La historia de Jesús de Nazaret es la actuación concreta del cómo se hace y vive el Reino de Dios. Jesús lo proclama desde el inicio de su misión: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en la buena noticia”(Mc. 1,15). Ese Reino es buena noticia para los pobres y oprimidos (Lc 4,18). Jesús, la verdadera imagen de Dios (Ef 1, 3-14; Col 1,15) es el hombre para los demás. Es vida entregada (1 Jn 3, 16) para que tengamos Vida en abundancia (Jn 7, 37-38; Lc 22, 19-20).
El Espíritu Santo, Vida para todos
Esta vida en nosotros es operada por el Espíritu Santo. El Don de Jesús en el momento de su entrega (Jn 10,11; 15, 12-13) es el Don de su mismo Espíritu derramado sobre toda carne (Ez 36, 24-28). Estamos ante la tercera fase del abajamiento por parte de Dios. Es el Espíritu el que inhabita en el hombre para llevarle a la plenitud en Dios (Jn 14, 15-28). Este Espíritu nos hace sentirnos hijos y hermanos (Col 3, 12-17; Ef 1,5; 5,1; Gal 4, 4-7) y despierta en nosotros sentimientos de amor a Dios y al prójimo (Mt. 10, 41-45), solidaridad (Mt, 25, 31-36), compasión (Lc. 6, 36), generosidad (Lc. 6, 38), radicalidad (Lc. 5,36).
l Reino de Dios
Dios es amor, y el Reino de Dios es este amor de Dios en acción. El hombre, imagen de Dios (Gn 1,26) es también amor participado.
La ley del Reino no es otra que el amor: “Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Amor que es servicio y entrega (Jn 13). Ese servicio y entrega a los hermanos es la prueba de que obedecemos y amamos a Dios. Es la forma de hacer Reino de Dios (1Jn 3, 13-18).
Hemos de tener presente que el Reino de Dios crece junto a la cizaña. La realidad del pecado ha sido introducida por el hombre que ha trastocado el plan original de Dios.
Este pecado afecta a toda la realidad humana y social (Rom 5, 11-19). Por Jesucristo hemos sido redimidos del pecado y de la muerte. Por Jesucristo podemos cargar con el pecado del mundo y podemos superar sus consecuencias personales y sociales.
La economía del Reino de Dios no puede tener por ley el lucro, la ganancia y provecho propio. Eso es anti-Reino. La economía de este Reino tiene por única ley el amor que se traduce en justicia, compartir, darse, entrega, servicio.
El Reino de Dios es una realidad que va más allá de la historia (Mt. 25, 34) pero que atraviesa la historia y la orienta, la transforma y la conduce a plenitud. El Reino nunca es ajeno a esta historia. El Reino de Dios abre la historia a la esperanza y la llevará a plenitud en la consumación del día del Señor.
En esta historia la fracción del pan (Hch 2,42), memorial de la entrega de Cristo (1 Co 11, 24-26), es el Sacramento del Reino. En la Eucaristía se anticipa la realización de ese Reino y se vive la experiencia gozosa de la comunión y del compartir. La fracción del pan eucarístico lleva a compartir el pan de cada día y a tenerlo todo en común (Hch 4,32). La naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios.
2. El P. Dehon y el Reino
El Padre Dehon se abre al Reino de Dios justamente desde la experiencia fundante del amor del Corazón de Jesús. Un amor que ha amado tanto que se vacía de sí mismo. Ha entregado todo lo que es para que nosotros tengamos vida abundante. La Eucaristía será para el P. Dehon el compendio de su fe y la fuente de su vida apostólica.
El Reino del Corazón de Jesús debe ser instaurado en las almas y en las sociedades. Su deseo ardiente es el “adveniat Regnum Tuum” de la oración de Jesús y de la Iglesia.
Que venga el Reino, es esperar ese Reino y a la vez saber que está ya presente aunque todavía no en plenitud. Esperar el Reino es ponerse en acción: “a trabajar”. Este ponerse a la obra en favor de los pobres es la señal del amor a Dios. ¿Cómo podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos al prójimo a quien vemos? (1 Jn 4,20). San Agustín comenta las palabras del evangelista diciendo que el amor a Dios es el primero en orden de principio; el amor al prójimo es el primero en el orden del testimonio. Es así como el p. Dehon ve la intrínseca unión entre la espiritualidad y el compromiso social: “Es necesario que el culto del Sagrado Corazón de Jesús, iniciado en la vida mística de las almas, descienda y penetre en toda la vida social de los pueblos. El aportará el gran remedio a las crueles enfermedades de nuestro mundo moral... Solo Él reconquistará el corazón de las masas, el corazón de los obreros, el corazón de los jóvenes...” (Le Règne, n. 2, fév. 1889, pp. 54.57).
El P. Dehon nos invita a instaurar este Reino y podemos decir que por ese Reino vive y por ese Reino muere.
Las Constituciones y el Reino
Nuestras Constituciones recogen la experiencia fundante de la que emana nuestra vida: el amor gratuito y precedente de Dios (N. 2)
Nosotros hemos de ser desinteresados desde un amor que precede (N. 21). Esto se realiza siendo profetas del amor y servidores de la reconciliación (N. 7) instaurando el Reino de justicia y caridad en el mundo (N. 32) testimoniando el amor de Cristo en un mundo que busca una unidad difícil y nuevas relaciones entre las personas y los grupos (N. 43).
Nuestra vida debe ser una señal de que el Reino es una utopía asequible o ya iniciada (N. 38 y 39). Nuestros predilectos serán los pobres para junto con ellos luchar contra toda injusticia (N. 51).
Nuestra vida cristiana y religiosa encuentra su fuente y cumbre en la Eucaristía (N. 80). La Eucaristía repercute en todo lo que somos y vivimos convirtiendo nuestra vida en ofrenda al Padre (N. 81). Por la Eucaristía estamos llamados, de por vida, al servicio de la Alianza de Dios con su Pueblo, y a trabajar por la unidad y la paz entre todos los hombres (N. 84).
Conferencia General de Brusque
La Conferencia General de Brusque nos indica que la inspiración reparadora debe animar todo lo que somos y todo lo que hacemos. La opción preferencial por los pobres, nuestro compromiso por la justicia social, nuestras obras al servicio de los enfermos, de los ancianos son expresión clara de nuestra vocación reparadora (Brusque 22; Cst. 25).
3. Líneas fuerza de la Conferencia
Hemos contemplado el proyecto de Dios sobre el mundo, el hombre y la historia. Ahora nos disponemos a describir algunos caminos por donde podemos avanzar en la tarea de la construcción del Reino.
- Los bienes son para las personas: queremos afirmar el principio de la Enseñanza Social de la Iglesia sobre el destino universal de los bienes
- Los pobres y nuestro voto de pobreza, hoy: En cuanto a nuestro voto de pobreza estamos llamados a aprender a vivir con lo necesario y suficiente y a poner en común todo lo que poseemos.
- Solidaridad en la Congregación: como política de gobierno de la Congregación merece ser incentivado el compartir del “know-how” (conocimiento), a través del intercambio de personas, para cursos y actividades. También debe favorecerse el intercambio de informaciones entre las diversas Provincias.
- Una espiritualidad en acción: las actividades en el campo social, tanto a nivel institucional como a nivel personal, tienen su origen en nuestra espiritualidad, basada en la teología del Corazón de Jesús y en el carisma del P. Dehon. Son la puesta en práctica de algunos aspectos de nuestra espiritualidad reparadora, acentuando unas veces la misericordia, otras la justicia, la reconciliación, o la solidaridad. No son actividades o experiencias que nacen solamente desde una perspectiva sociológica de la necesidad de un cambio social. Son expresiones concretas de experiencias de fe.
- Ir a las causas: hoy los problemas sociales son mundiales y estructurales. No nos estaríamos moviendo en la línea del p. Dehon si nos limitáramos a las necesidades locales, sin ir a las causas de los males y sin presionar debidamente los centros de poder y de decisión mundial para obtener cambios radicales.
Quattro opzioni prioritarie
Fin dall’inizio la Conferenza aveva manifestato la volontà di non limitarsi a un testo teorico, ma di giungere a proposte concrete, che servissero come da indicatori della direzione verso cui la Congregazione intende camminare, “rendendo visibili la sua spiritualità e il suo impegno quotidiano al servizio del Regno”.
Tali proposte (parafrasando un poco il testo) possiamo sintetizzarele in quattro opzioni che sono: testimonianza di povertà; formazione e informazione in campo sociale; l’appoggio a movimenti e organismi pastorali e sociali (tra cui la valorizzazione del laicato); e, quarto, una gestione economica dell’Istituto animata da vero spirito evangelico.
1. Per quanto riguarda la testimonianza di povertà, vanno segnalate le seguenti proposte:
- Vi sia la cassa comune in ciascuna comunitàe si presenti il bilancio mensile di tutte le entrate e le uscite.
- Si mettano in comune stipendi, pensioni e altre entrate.
- I religiosi cerchino di vivere col proprio lavoro.
- Ogni comunità fissi un limite ragionevole del suo capitale accumulato; il di più lo devolva in opere di bene.
- Si promuova una solidarietà effettiva con i poveri.
2. Quanto alla formazione e l’informazione, tutte le Province includano nella propria Ratio formationis tempi e modi di formazione, teorica e pratica, sull’apsotolato sociale. Si mettano in programma, a livello generale e anche provinciale, incontri di studio con esperti, su temi come la giustizia, la pace, la salvaguardia del creato. Si favorisca la specializzazione di religiosi anche in scienze sociali.
3. Così, per quanto concerne i movimenti e organismi pastorali e sociali, si legge: preparare dei progetti per il recupero della dignità della persona umana. In ogni Provincia o regine, si crei almeno un’opera sociale a favore di poveri o emarginati. Si promuova la dignità e la cultura degli indigeni. Si promuova la dignità della donna nella società e nella Chiesa. Si favorisca la partecipazione diretta a movimenti e organismi di solidarietà. Si contribuisca efficacemente la formazione e la valorizzazione del laicato, secondo il pensiero e l’azione di p. Dehon, ecc.
4. Infine, in merito alla gestione economica, si chiede che eventuali investimenti vengano fatti preferibilmente in “banche etiche”. In ogni caso, si verifichi il tipo di investimento, “evitando quelli immorali o speculativi, partecipando anche all’assemblea degli azionisti per influire sulle scelte politiche”. E, in ogni caso, si curi la trasparenza, la prudenza, la responsabilità e la competenza.
Conclusioni e valutazione finale
Tutti nella Congregazione si attendevano che la Conferenza generale producesse non un semplice “documento”, ma un rinnovato impegno sociale SCJ. E questo “non solo delle persone ma anche sulle strutture della Congregazione, andando alle cause e alle radici dei problemi sociali, e cercandone la soluzione nelle proprie sorgenti che sono: l’esempio e il messaggio di Gesù, la dottrina sociale della Chiesa e il carisma di p. Dehon”.
“Tutto questo, precisa il messaggio, si radica nella convinzione che l’impegno sociale è dimensione essenziale del carisma dehoniano e della nostra missione SCJ nella Chiesa e nella società. E l’impegno sarà tanto più forte quanto maggiore è l’impulso della spiritualità che lo sostiene e lo anima. Ciò è dimostrato dall’esempio del p. Fondatore e di molti confratelli realmente impeganti”.
Ma questo è stato anche il cammino di Cristo, cammino che Egli ha assunto per compiere la salvezza e la piena liberazione dell’intera umanità... “Perciò non può essere diverso il nostro cammino. Siamo a servizio dell’uomo. Il nostro orizzonte è l’uomo del mondo: i suoi dolori e le sue speranze devono essere anche i nostri dolori e le nostre speranze, sempre attenti e vicini ad ogni persona in particolare, ma senza mai dimenticare l’universale”.
“Alla Famiglia Dehoniana e a tutte le sue componenti vogliamo dire, conclude il testo, che con questo messaggio li rendiamo partecipi del nostro spirito SCJ”.
È uno spirito di servizio, di donazione e di condivisione quello che ci viene proposto. Uno spirito che può essere vissuto in comunione, ed essere assunto da tutti, in particolare da chi vive la spiritualità del Cuore di Gesù.
E allora “il Sacro Cuore sia sempre il fondamento, l’origine e il termine della nostra vita”, e sia lui a renderci testimoni autentici dell’amore del Padre, senza stancarci mai di “essere per gli altri”, “servitori e apostoli della giustizia e della pace”.
“La Conferenza generale, quindi, non è finita; non ha ancora esaurito tutte le sue finalità”. Anzi è proprio ora che comincia nelle varie Province, nelle singole Comunità, e nel cuore di ogni Religioso, perché per ognuno di noi, giovane o non più giovane, il “cammino” è ancora lungo.