Queridos cohermanos y miembros todos de la Familia Dehoniana:
La próxima Navidad corona para nosotros un año muy rico en acontecimientos y perspectivas, que no podemos leer sino a la luz de la fe, con mucha esperanza y con la experiencia del Reino que crece en medio de nosotros. Ha sido el año de: la declaración de la heroicidad de las virtudes del P. Dehon; la celebración de nuestro XXº Capítulo General con el lema del "Nosotros Congregación"; el reingreso en Ecuador la que fuera la primera misión SCJ; la nueva presencia en el Este europeo (Ucrania) y la consolidación en Eslovaquia; los primeros pasos formativos en India y Filipinas; el cincuentenario de varias provincias y fundaciones; el centenario de nuestra misión del Congo.
La fundación de nuestra misión del Congo, en particular, está litúrgica y cronológicamente vinculada al misterio de la Encarnación y del Nacimiento del Señor. En efecto, nos fue confiada por la Santa Sede el 25 de marzo de 1897 y fue oficialmente inaugurada el 25 de diciembre del mismo año, en la Misa del Gallo, registrando sus primeros dos bautismos el 25 de marzo siguiente. Se trata de una coincidencia feliz y providencial que nos ayuda a resaltar el misterio de la "Palabra hecha carne que habita entre nosotros" de la que hoy "contemplamos su gloria" (cf. Jn 1,14). Palabra hecha hombre; hecha vida e historia de un pueblo, con el sabor, el color, la originalidad y los límites de una cultura definida.
Concretamente, en el Congo, los instrumentos de esta Encarnación de la Palabra fueron Mons. Grison y los más de 400 misioneros provenientes de diversas provincias, que se asociaron al Ecce Venio de Jesús, llegando muchas veces hasta la entrega total de sus vidas, asumiendo muchas dificultades; pero creyendo contra toda esperanza. En efecto ésta ha sido una misión probada por las dificultades que solo la fe y la pasión por el anuncio del Evangelio han podido sostener.
La labor apostólica de nuestra Congregación y sus misioneros, ha sido posteriormente ayudada y en ocasiones sustituida por la labor de otras congregaciones, femeninas y masculinas. Pero hay que, destacar también , sobre todo, la labor de miles de hombres y mujeres congoleños, que se hicieron "morada" de esa Palabra y que fueron y son, a su vez, piedras vivas de la Iglesia Local allí edificada y que allí peregrina en la historia de este pueblo. Todos ellos configuran una innumerable multitud de testigos que jalonan los 100 años de evangelización que celebramos.
Esta Navidad, Dios mediante, celebraré la Misa de Nochebuena junto a la tumba de Mons. Grison, en San Gabriel, a orillas del río Congo, en el lugar preciso donde tuvo inicio esta gran aventura de fe que marcó el camino de la Congregación. Estaré junto a nuestros cohermanos del Congo y junto a la Iglesia Local de Kisangani, y contaremos además con la participación de varios provinciales SCJ.
Todos Uds., cohermanos y miembros de la Familia Dehoniana, están invitados a unirse a este acontecimiento en cualquier parte del mundo donde se reúnan para acoger al Señor que viene a habitar entre nosotros.
Será ésta una ocasión de gracia para reavivar algunos sentimientos y actitudes de vida que movieron al P. Dehon a querer y a sostener tanto esta misión. Sentimientos y actitudes que están en los cimientos de ésta y de muchas obras de la Congregación, y que Mons. Grison, comentando la Misa de Navidad de 1897, resumía con estas palabras: "Los Blancos emocionados por el recuerdo del hogar y de la patria lejanos, escuchaban pensativos; los NegrosÉ desgranando sus ojos no sabían que pensar; pero yo, yo pensaba en ellos" (Le Règne, 1911, pag. 369).
Tomarse a pecho cualquier situación humana, quizás sea el secreto y la fuerza de la entrega en la misión evangelizadora, como lo fue en la intención del Padre "que tanto amó al mundo hasta dar su propio Hijo" (Jn 3,16), y dárnoslo de esa manera.
¡Ojalá que la Navidad de este año estimule en nosotros "el darse a los demás", y relance la Familia Dehoniana por los caminos de la evangelización y sobre todo de la Misión más allá de las fronteras, sin temores ni cálculos! ¡Qué el año 1998 pueda desarrollarse bajo el signo y la fuerza transformadora y santificadora del Espíritu Santo, tal como lo desea vivir la Iglesia Universal en preparación del Jubileo del 2000!
Finalmente deseo que sea para todos una realidad el tema y el lema de la paz, propuesto por el Santo Padre, para el año entrante: "De la justicia de cada uno nace la paz para todos". El ejercicio de la justicia, buscada y ofrecida a los demás, prolonga el misterio de la Encarnación y es parte integrante de nuestra misión dehoniana, aún en la diversidad de vocaciones.
En nombre de toda la Curia General y en el mío propio, les deseo una Navidad en que la Palabra encuentre su morada y eco entre nosotros, y haga que nuestra vida y trabajo construyan, en 1998, un año feliz para toda la humanidad