P. Juan José Arnaiz Ecker SCJ
ESPIRITUALIDAD DEHONIANA
EN LA PASTORAL PARROQUIAL
Commissione Generale pro Beatificazione di p. Dehon
Curia Generale SCJ
Roma - 2004
Juan José Arnaiz Ecker, scj
Tous avaient leur valeur spéciale, et ils formaient un ensemble bien combiné par la Providence pour faire le bien à St-Quentin (NHV IX, 75)
[Todos tenían un valor especial, y formaban un conjunto bien combinado por la Providencia para hacer el bien en San Quintín (NHV IX, 75)]
Tenemos ante nosotros el siguiente tema: „Espiritualidad dehoniana en la pastoral parroquial”. Afrontamos, pues, una tarea ardua dentro de un contexto de progresiva escucha y estudio de los motores, de las perspectivas, de las ideas que el P. Dehon nos ofrece y nos dirige en el campo parroquial. Acogiendo su fuerza carismática de Fundador tenemos que emplear tiempo y esfuerzo en comprender, insertados en la fidelidad creativa, lo que él nos deja como base de actuación, como estilo propio, como aportación a la vida de la parroquia.
Os ofrezco los parámetros en los que me gustaría moverme a lo largo de estas páginas. Lo primero es clarificar la intención de este trabajo. No pretendo establecer un plan pastoral. Pretendo pensar en voz alta cómo estructurar nuestra espiritualidad dehoniana en el apostolado parroquial, escuchando lo que el P. Dehon nos dice y escuchando lo que la Congregación dice hoy de sí misma en sus documentos o a través de sus, a mi juicio, pensadores más lúcidos. De esa reflexión espero que salgan líneas de acción, posibles bosquejos de programa, posibles certezas, posibles cuestiones abiertas. Es un pensar en voz alta que pretende buscar algo de luz. No es el trabajo de ningún especialista en espiritualidad dehoniana ni un trabajo de un especialista en pastoral parroquial. Es un ejercicio de escucha atenta y de sueño creativo (a lo mejor sueño es lo que os provoca esta lectura).
Pero otro parámetro de comprensión, ya más serio, que quisiera establecer es el que inspira la Carta programática del actual Consejo Provincial HI para el trienio 2002-2005. En este programa leemos un texto muy interesante por cuidado e inspirante:
„Constatamos que en nuestra Provincia una de las actividades más importantes, desde hace muchos años (Valencia años 60, UVA 60, Málaga 70, Salamanca 70, Torrejón 70), es el de la pastoral parroquial. También nos damos cuenta, con el P. General, que el trabajo en nuestras parroquias es uno de los más difíciles, sobre todo, en estos momentos de la vida de la Iglesia y, en especial, de Europa. Nuestras parroquias necesitan ser revitalizadas para poder responder a los grandes retos que nos presentan estos tiempos de increencia. Trabajar en una parroquia exige de nosotros mucha creatividad e imaginación para poder encontrar una pastoral que permita una nueva evangelización. Estamos convencidos que necesitamos formarnos con seriedad para poder responder a estos retos”.
Hablamos, pues, de una realidad histórica de raigambre en la Congregación, pero una pastoral que se encuentra, al menos en Europa en un contexto de dificultad. Es ésta una clave de aproximación que nos lleva a dar un nombre concreto a esa dificultad: la increencia (no el ateísmo, no el anticlericalismo, no otras cosas). Cuando estas situaciones se den el objetivo último es lograr una revitalización, una vuelta a la vida, una re-fundación de esta realidad pastoral que se encuentra en dificultades, quizás no directamente por nuestra negligencia, sino por la evolución de la realidad. No es un problema de nuestras parroquias, sino un problema de la Iglesia. Es preciso iniciar procesos de nueva evangelización, dentro del horizonte eclesial más amplio de esta orientación pastoral que ha tomado como bandera Juan Pablo II durante su pontificado. Pero la acción primera que, en concreto, los SCJ estamos invitados a hacer es la de una formación seria que permita adquirir un bagaje que dé cuerpo a la creatividad y a la imaginación, garantes de una novedad, de una aportación personal, concreta, encarnada, no ideológica, sino nacida de la vida en el Espíritu y en el carisma del P. Dehon. Una aportación propia, carismática, a la vida de las Iglesias Locales donde servimos en la pastoral parroquial.
Adquirir una formación seria, en nuestro caso partiendo de nuestra sensibilidad, experiencia, acentos y espiritualidad dehoniana, es el primer paso de una estrategia de nueva evangelización que nos lleva a beber en un manantial conocido, querido, asumido, pero siempre sorprendente.
¿Podemos encontrar sabia nueva en el carisma dehoniano para poder encarnarlo en nuestra actividad pastoral? ¿Podemos encontrar sugerencias para una creatividad e imaginación adecuada que nos lleve a establecer cauces de nueva evangelización en comunión con toda la Iglesia? ¿Podemos encontrar en nuestro carisma esa fuerza que nos lleve a anunciar en medio de la increencia que Cristo ama al hombre y que en él está su salvación integral? Creo que la respuesta es sí. Por eso, adelante.
Y también creo que hay que seguir dejando asentados algunos presupuestos. Esta reflexión, esta lectura en común de la vida y de las sugerencias de nuestro carisma parten de que una parroquia servida por SCJ's comparte de corazón los planes pastorales de su diócesis, pero también, las prioridades apostólicas de la Congregación e incluso nuestro modo de proceder, nuestro estilo, nuestra aportación comunitaria e identificadora.
Sería muy interesante poder decir qué condiciones debe reunir una parroquia que podamos llamar dehoniana. Es evidente que la primera condición es el estar comprometida con los objetivos y orientaciones de la Iglesia local, pero dentro del proyecto apostólico de la Provincia, donde se deja establecido nuestro modo de proceder. Nuestras parroquias tienen su centro en la reunión como comunidad para celebrar en la Eucaristía sus alegrías, luchas y esperanzas, escuchar la Palabra y celebrar los demás sacramentos. Esto lo hacemos de forma bien planificada, creativa e inculturada. El objetivo es hacer comunidades parroquiales evangelizadas y evangelizadoras, comprometidas con la justicia, la paz, el anuncio del ser de Dios que es el Amor y el servicio de la reconciliación, luchando por responder a las necesidades contemporáneas. La parroquia dehoniana recibe energía de la espiritualidad del P. Dehon.
La propia experiencia existencial del aún Rev. Dehon se convierte en fuente de inspiración y de método para los dehonianos que trabajan en las parroquias. Como casi con todos los apostolados importantes de la Congregación, obtenemos mucha información de los años en que ejerce como sacerdote secular en la Basílica de San Quintín.
La fuente escrita a la que tenemos que acudir para conocer la experiencia de seis años (1871-1877) de „Dehon párroco” es NHV IX, 72 - XII, 186. Un total de 675 páginas de las cuales 400 están dedicadas a la pastoral.
Textos como NHV IX, 72-97 nos hacen leer observaciones prácticas y programáticas, redactadas con cabeza reposada, con arte, con experiencia (25 años después de ocurridos los hechos) y muestran en germen la metodología del „ver-juzgar-actuar” tan famoso posteriormente. Obtenemos de esa fuente la impresión, acorde con el P. Bourgeois, de un sacerdote y hombre espiritual de ojos abiertos que domina, por su aguda observación, la situación y posee capacidad de propuesta y acción.
Todo comienza un 16 de noviembre de 1871. Toma posesión de su séptima vicaría e inicia su ministerio parroquial con una actitud que para nada es alentadora u optimista. Son palabras famosas. Todo lo contrario a lo que por tantos años había deseado: vida de estudio, recogimiento, oración. Pese a este inicio, la „carrera parroquial” de Dehon crecerá de la mano del Arcipreste Mathieu, quien nombrará a Dehon segundo coadjutor y responsable del vicariato.
„Su obispo le había puesto en 1871 a disposición del Sr. Arcipreste. Era enviado, para el ministerio ordinario de séptimo vicario en una parroquia de 30.000 almas: servicio de culto, confesiones, enfermos, catecismo. La lógica misma de este ministerio, y sobre todo, la dinámica de una atención sobre todo a las personas y a los signos le había puesto, de pleno acuerdo con su obispo y su arcipreste, a la entera disposición de esta Providencia que, anotará más tarde, le conducía de la mano (cf. IX, 97)”.
La actividad ordinaria del reverendo Dehon (la celebración de la Eucaristía, funerales, catecismo en escuela e iglesia, confesiones, visitas a enfermos, preparación de homilías) se desarrolla en una situación general de increencia y alejamiento de la fe por parte de la gran mayoría de las familias. Justamente la situación que señalábamos al inicio como nuestra.
Su acción pastoral en las confesiones, en las visitas a los enfermos, en las escuelas son una fuente de información de primera mano para analizar y juzgar la situación social que trata de afrontar (Dehon juzga que está inserto en una sociedad podrida donde la reivindicación obrera es justa).
De todos modos, muy pronto lamenta que el ministerio de los vicarios quede absorbido por los entierros, los catecismos y las visitas a los enfermos: una pastoral que no entra en contacto con los trabajadores y que, por lo mismo, resulta poco eficaz. De ahí surge una línea de acción pastoral dehoniana inexcusable: „Es necesario que el pastor conozca a sus ovejas y que las ovejas conozcan al pastor”.
Un dato importante. Dehon trabaja „en equipo” con los que podemos llamar sus „laicos” (Julien, Guillaume, Black, Santerre…). Con ellos discute la situación religiosa de San Quintín y planifica las iniciativas y acciones más urgentes. Esta es una actitud que debemos asumir adecuadamente: Dehon no solo reparte trabajo a los laicos o a sus colaboradores sacerdotes, sino que analiza, escucha, confía y decide en base al criterio que ellos le exponen.
Pero vamos a intentar poner orden y claridad en la historia de Dehon como vicario parroquial para obtener de ahí una consecuencias espirituales y carismáticas a considerar. Un punto de partida debe quedarnos muy claro. El objetivo pastoral de Dehon es hacer „ciudades cristianas”. Es un proyecto global, integral, de evangelización de todos los aspectos personales y, por lo tanto, sociales del hombre. Es un proyecto de gran calado que abre los campos de acción de los párrocos y vicarios dehonianos a horizontes difíciles de cerrar.
Analicemos su biografía pastoral, pero antes intentemos definir su método pastoral. Establecido el objetivo hablamos de medios. En concreto, una pastoral integral donde el elemento humano, social y espiritual se complementan mutuamente. Se trata de poner remedio a los males. Cómo: inculcando el evangelio y la práctica de la virtud, preocupándose de quien tiene urgente necesidad (en sus tiempos el obrero), de quien manifiesta necesidades religiosas, intelectuales o materiales. ¿Cómo hace todo esto Dehon en la práctica? Podemos intentarlo con un par de ejemplos. Dehon:
1) „Ve”: la cultura social del empresario es inexistente,
2) „Juzga”: que es necesario inculcar la práctica del Evangelio,
3) „Actúa” - „establece medios”: el púlpito; reuniones quincenales con patronos (de 1876 a 1881).
Pero quizás, debemos fijarnos más como ejemplo en su análisis de la cultura social del obrero. También es inexistente. Es claro que aparentemente no hay sitio para ellos en la iglesia, hay una total ausencia de instituciones de protección del obrero, problemas de vivienda, de horarios, de ritmo de vida. El objetivo será igualmente la evangelización de estas personas. El medio que establecerá serán los distintos Círculos.
Las acciones pastorales del reverendo Dehon tienen la siguiente génesis. De la enseñanza del catecismo surge la necesidad de patronatos, de círculos, de cubrir el tiempo post-escuela. De ahí surge una estructura eclesial: el Patronato San José (se inicia en febrero de 1872 con seis muchachos en la habitación del vicario hasta la fecha oficial de inauguración el 23 de junio de 1872). En él se llevan a cabo juegos, lecturas (presencia del mundo de la cultura), charlas, oración (la capilla está en la misma sala separada por un tabique corredizo, no aislada), biblioteca. Cuenta desde el principio con colaboración de seglares.
Podemos hablar de celo pastoral, de entrega y de oposición a cualquier desánimo al afirmar que iba en busca de los chavales a sus familias si faltaban. Resultados: „No todos estos muchachos han perseverado pero la mayor parte han conservado un fondo de fe que será su salvación y algunos se han conservado cristianos convencidos”. Dehon privilegia, y así nos marca un camino, el trabajo con niños porque es donde está el futuro.
Este es el germen inicial de todo el „ministerio creativo” de Dehon, de esa etapa misionera, que decimos hoy, del proceso evangelizador. Es un germen que evoluciona y crece con vitalidad propia. El 13 de mayo de 1873 tenemos noticias de un círculo para jóvenes obreros de 16 a 25 años. Pero será el 6 de septiembre de 1873 cuando cristalice este desarrollo natural del Patronato: el Círculo de jóvenes obreros (que comienza con 23 miembros). Era un lugar dotado con billar, abierto a los militares, con escuela de canto, orquesta, teatro (el objetivo de esta insistencia cultural es la purificación de sentimientos), clases de gimnasia (para desentumecer el cuerpo y la mente), declamaciones, misa y adoración. Además colaboraban en la asistencia a pobres (aun siendo ellos pobres, quiere que abran lo ojos y ayuden a los que aún son más pobres que ellos), y forma a la autogestión de los jóvenes.
Otra rama será la Casa de Familia Obrera, para los obreros y aprendices que viven lejos o son huérfanos. Tiene como objetivo darles un clima de familia donde comer y dormir (fundado sobre el año 1875). En ella colaboraban laicos y Siervas del Corazón de Jesús.
En enero de 1875 surge la Comisión de Estudios o cursos de economía social cristiana. Fruto de las Navidades de ese mismo año es el Círculo de Estudios Religiosos (diciembre 1875) para estudiantes de instituto o para quienes ya han finalizado los estudios. Conocemos cursos de economía política y reuniones de patronos en el año 1876. El colofón en este aspecto de pastoral obrera se dará en octubre de 1876 con el gran Congreso de San Quintín.
Conocemos también la noticia de que hubo un intento de construcción de viviendas sociales que fracasó. El diario católico también fue una fuente de problemas, pero dentro de su objetivo general de crear ciudades cristianas era definitiva la propagación de cultura católica, la creación de opinión, la difusión de pensamiento cristiano en ambiente democrático. Esta acción ministerial en el ámbito global cultural encontrará su culminación con la Institución San Juan, en los albores de la fundación de la Congregación, allá por 1877.
Con todo, el año 1874 será uno de los más fecundos del apostolado del Vicario Dehon: Oficina diocesana de las Obras, Comité protector del Patronato, Oratorio Diocesano, Círculo de Estudios, periódico católico, etc.
¿Podemos hacer un perfil del P. Dehon en parroquias tras analizar someramente sus seis años de ministerio parroquial? Intentémoslo.
Tenemos que apuntar un primer dato importante: Dehon se forma en pastoral „en el tajo”, pero a través de la observación, no del activismo o de la prisa por reproducir estructuras, viejas o innovadoras, no adaptadas. Podemos apuntar igualmente el motor de esta realidad. Es la escucha de sus feligreses la que mueve su corazón sacerdotal y no le deja reposar.
Es por esto que podemos esbozar incluso un esquema de método pastoral en Dehon:
1. encuesta sociológica,
2. conclusiones teóricas,
3. conclusiones prácticas.
El método seguido por Dehon consiste en constatar una necesidad y responder con una institución o una obra. Buscar una buena teoría y una buena ideología para un buen programa. Pero sin prisa: hacer una organización según un programa y unos estatutos bien estudiados y determinados será el colofón, para el momento de madurez de la iniciativa; al principio se trata de grupos familiares, casi clandestinos, grupos reunidos bajo el signo de la amistad y del compartir la fe. Es importante esta anotación para comprender la centralidad del trabajo en equipo, el germen de ese „sint unum” programático y constitutivo de nuestra presencia en parroquias y en cualquier otro apostolado. En su actividad parroquial Dehon hace carne esa parábola del grano de mostaza que se convierte en un gran árbol con múltiples ramificaciones según la lógica de la vida y del amor.
Es importantísimo subrayar su capacidad de „ver”. Descubre una realidad social y una llamada pastoral encarnada en las personas, las situaciones, las necesidades. Es entonces en ese ver y juzgar conforme a la formación recibida y al proyecto de Reino creído y perseguido, cuando se desata la dinámica, aparentemente irresistible, de un corazón de sacerdote, se desata el celo de unos ojos abiertos. Una mirada que es de fe: la atención a los signos de la voluntad de Dios es una de las preocupaciones y recomendaciones más principales y repetidas por el Fundador. La actitud de entera disponibilidad es el trazo fundamental de la personalidad religiosa y de la espiritualidad del Dehon incluso siendo aún vicario parroquial.
Pero también hay llamadas de atención surgidas del discurrir de las cosas. En un principio, pese a la actividad, Dehon mantiene la unidad profunda, desarrolla una lógica orgánica y vivificante. Pero con el tiempo su vida interior sufre de activismo, si bien nunca rompe su vida de unión con Dios. Es por esta razón que funda en 1874 el Oratorio Diocesano para luchar contra la dispersión y el desbordamiento. Tenemos aquí la imagen del abbé Dehon, que en sus actividades, permanece como un hombre espiritual preocupado por la unión con Dios, por el recogimiento, la separación y el retiro. Es de vital importancia subrayar este momento porque es ahí cuando surgirá una espiritualidad que enseña a combinar la vida espiritual o interior y la vida apostólica, la unión con Dios en y por la acción misma y en la misión. Aquí se gesta nuestra espiritualidad, con esa fuerte base contemplativa insertada ineludiblemente en la vida activa y apostólica: una espiritualidad de vida apostólica.
Pero quizás el acento más importante, más definidor, sea el siguiente. Cuando se le encarga un ministerio juzgado ingrato, por eso poco buscado, a saber, el catecismo en las escuelas primarias públicas, esta actividad le permite entrar en contacto con los medios populares de San Quintín. Pero sobre todo le hace constatar que este catecismo no educa a vivir cristianamente. Es el detonante de una actitud pastoral que nos debe iluminar: Dehon se convierte en hacedor de lo que es necesario y no existe, comienza a fundar nuevas obras que remedien la triste realidad en torno al trazo más sobresaliente, unificador y carismático del nuestro Fundador. Dehon como vicario parroquial es un educador preocupado por la formación. Quiere edificar una ciudad cristiana y por eso necesita hacer hombres cristianos formados e instruidos. De ahí surgen el Patronato, el San Juan, el compromiso tan fuerte y conflictivo a favor de una formación de seminaristas y sacerdotes sensibles en la dimensión social, sus escritos espirituales y sociales, sus conferencias y retiros, su acompañamiento espiritual a mujeres y hombres, etc. Dehon se concentra en esa dimensión formativa, en el munus de enseñar, porque con la enseñanza y la formación el futuro está en juego, también el de la evangelización.
Dehon persigue un proyecto educativo global que atañe a los jóvenes en su formación humana y cristiana y, desde abajo, ir subiendo en las distintas franjas de edad. Con esta obra de formación de la juventud, el P. Dehon aspira a una renovación de la sociedad. El ministerio de enseñar corresponde al sacerdote. El de edificar la nueva ciudad al laico.
Pero no se queda ahí. Si nos preguntan cuál podría ser nuestra aportación carismática apostólica en nuestra inserción en el presbiterio diocesano como párrocos podemos encontrar respuesta investigando otra de las „obsesiones” del P. Dehon: la formación, la calificación intelectual y espiritual del clero.
Para ir concluyendo esta parte, podemos hacer una pequeña cala en la evolución espiritual del Fundador. Igual que hemos bosquejado un método pastoral, podemos hablar de un método de vida espiritual. En concreto se trata de estudiar detalladamente los misterios de la vida de Jesús para sondear el secreto de Dios. La misma Congregación en sí es definida en Estudios sobre el Sagrado Corazón como „un método de vida interior” cuyo fin es „la unión con el Corazón de Jesús”.
Por qué esta referencia. La aportación de los SCJ al mundo ministerial parroquial debe tener en cuenta no solo acentos de acción sino de vida espiritual que inspiran, que permiten ver con los ojos adecuados, que permiten sentir, evaluar y lanzar propuestas pastorales nuevas y eficaces.
Contenido del ministerio parroquial SCJ es pastorear a la comunidad cristiana de tal modo que viva el mensaje evangélico como una aventura de amor entre el hombre y Dios. Para ello, enseñamos un medio: unirnos a Jesús, perfecto revelador del Padre en el que su Corazón es el símbolo del amor divino.
Este método de vida espiritual hunde sus raíces en el movimiento espiritual llamado „devotio moderna”, que comienza en el Renacimiento, movimiento y revolución cultural del que aún hoy vivimos. La gran invitación es a estructurar la vida espiritual del hombre para que entre en la modernidad, conquistando, a todos los niveles, su libertad. Este hombre no puede satisfacerse con una religión de obligaciones, codificadas hasta en el detalle, que le priva de su libertad. El objetivo es que la fe marque una elección y un compromiso personal que exigen formación y trabajo personal. Por esto Dehon afirmaba que „la unión al Sagrado Corazón es el camino del momento y la gracia de nuestro tiempo”. Ser fieles a esta intuición y ser serios en el trabajo de anuncio de esta exigencia de la vida y de la comprensión espiritual es la condición de supervivencia del cristiano en una sociedad secularizada donde la religión depende de la sola libertad individual. Dehon lo había comprendido perfectamente. Es una herencia que no podemos desperdiciar.
En esta línea creo que conviene hacer una excursión por el concepto de sacerdocio que el P. Dehon tuvo a lo largo de su vida.
Como es ya bien conocido, la Escuela Francesa de Espiritualidad ejerció una fuerza configuradora de la experiencia y de las convicciones espirituales de León Dehon. También en su concepto y vivencia del sacerdocio. Para la Escuela Francesa el sacerdote ideal era una persona en la que la misión apostólica y la santidad personal son una única y misma cosa. De este movimiento espiritual había aprendido la importancia de la encarnación como clave interpretativa de la persona y de la misión de Cristo. Su profundización consiste en ver la Encarnación y toda la vida de Cristo, culminando en su Muerte y Resurrección, como un acto esencialmente sacerdotal. El sacerdocio se definía en relación con la Eucaristía. Era la Eucaristía la que definía la forma esencial y el contenido de la teología, de la espiritualidad y del rito de la ordenación presbiteral. Cristo unía en sí todas las funciones de los que eran ungidos y éstas eran las actividades para las que el sacerdote había sido enviado por Dios pudiendo así los hombres recibir la Vida. Una definición del ministerio y del ser sacerdotal que podemos considerar despacio y aplicarla a nuestro estilo SCJ de ser párrocos: la predicación y la enseñanza a todo el pueblo, el sacrificio de la propia vida para santificarles, guiándolos como lo hace un pastor con su rebaño.
„Una importante lección que quienes hacen apostolado debieran meditar con frecuencia. El celo es el fruto del amor divino. Será tanto más activo y fructífero en la medida en que el amor directo a Dios [l'amour de bienveillance] se haga más ardiente, más profundo y habitual en el corazón sacerdotal”.
Este concepto unificador hace que desde el principio Dehon vaya siempre más allá del ministerio sacramental y de las acciones normales en la parroquia. Lo que le hace entrar de modo peculiar en contacto con la gente y le lleva a la asunción de esas otras responsabilidades es este concepto unificador de su vida, de su ser y de su hacer sacerdotal.
Podemos obtener un perfil del nuevo tipo de ministerio sacerdotal que, basado en el modelo nuevo de sacerdote ideal, nos ofrece Dehon. Es necesario un sacerdocio auténtico y verdadero. Este es el objetivo. Y de ahí surgen sus compromisos y opciones. En una sociedad donde nacen constantemente cosas nuevas, en una sociedad secularizada y marginadora de la fe cristiana son necesarios „sacerdotes instruidos, celosos, virtuosos”. A esto lo llama la obra de las obras. También escribió: „Necesitamos doctores, apóstoles y santos”.
Tres rasgos definidores: estudio, acción y oración. Los sacerdotes deben ser sabios, santos y apóstoles. Ésta es su interpretación del triple oficio de profeta, sacerdote y pastor. Más adelante dirá que el SCJ debe ser un religioso que rece ardientemente, sea apóstol y hombre de acción. Es la solución que da ante la evidencia de que la gente ya no acude a la Iglesia, por lo que la Iglesia debe ir a la gente. De ahí ese interés global, integral por el fiel: debemos estar interesados en su trabajo, en su bienestar y en su tiempo libre. Y una vez más insiste Dehon en que la habilitación para este ministerio surge de la formación real de los SCJ. Todos podemos y debemos ser „sabios”. Debemos estudiar para saber y enseñar. Debemos estudiar las exigencias sociales que surgen de los problemas nuevos.
„El sacerdote debe ser hombre de su tiempo: siempre apoyado en la Iglesia, columna y fundamento de la verdad. Debe hablar el lenguaje de su tiempo y no olvidar el estudio de los graves problemas que agitan su nación. El siglo XX es, sin duda, el siglo de las cuestiones sociales; y el clero hará una obra santa si, secundando los deseos de quien ha sido llamado con todo derecho el Pontífice de los obreros, estudia con amor los problemas de hoy a fin de estar en condiciones de ocuparse de las necesidades siempre crecientes del pueblo y de llegar pronto a la perfecta armonía de las clases sociales”.
Quizás fuese por esta especial insistencia en la capacidad de „ver-juzgar” a través del estudio por lo que se abrió ante la joven Congregación SCJ un campo de apostolado curioso. El obispo de Soissons empezó a asignar compromisos especiales a la Congregación: una escuela para sordomudos, una parroquia de gente descrita como „indisciplinada y difícil”, misiones populares, capellán residente en una fábrica textil y, quizás algo que resulta muy importante en nuestro contexto, la construcción de una nueva parroquia en una zona deprimida de la ciudad.
No olvidemos, finalmente, que todo esto no fue aceptado pacíficamente en el seno de la Congregación. En concreto, la fidelidad a su experiencia y método pastoral le llevó a enfrentarse a un intento de remoción de su Superiorato General en el Capítulo General de 1896.
„En la escena de la Transfiguración, Pedro habla en nombre de los demás apóstoles: «Bueno es estarnos aquí» (Mt 17, 4). La experiencia de la gloria de Cristo, aunque le extasía la mente y el corazón, no lo aísla, sino que, por el contrario, lo une más profundamente al «nosotros» de los discípulos. Esta dimensión del «nosotros» nos lleva a considerar el lugar que la vida consagrada ocupa en el misterio de la Iglesia. La reflexión teológica sobre la naturaleza de la vida consagrada ha profundizado en estos años en las nuevas perspectivas surgidas de la doctrina del Concilio Vaticano II. A su luz se ha tomado conciencia de que la profesión de los consejos evangélicos pertenece indiscutiblemente a la vida y a la santidad de la Iglesia. Esto significa que la vida consagrada, presente desde el comienzo, no podrá faltar nunca a la Iglesia como uno de sus elementos irrenunciables y característicos, como expresión de su misma naturaleza. Esto resulta evidente ya que la profesión de los consejos evangélicos está íntimamente relacionada con el misterio de Cristo, teniendo el cometido de hacer de algún modo presente la forma de vida que Él eligió, señalándola como valor absoluto y escatológico. Jesús mismo, llamando a algunas personas a dejarlo todo para seguirlo, inauguró este género de vida que, bajo la acción del Espíritu, se ha desarrollado progresivamente a lo largo de los siglos en las diversas formas de la vida consagrada. El concepto de una Iglesia formada únicamente por ministros sagrados y laicos no corresponde, por tanto, a las intenciones de su divino Fundador tal y como resulta de los Evangelios y de los demás escritos neotestamentarios” (VC 29).
Creo que meditar este texto con alegría y con profundidad teológica nos puede ahorrar una discusión primera que, en algunos casos, aún sigue encendida acerca de qué va primero, si el ser sacerdote o el ser religioso, acerca de si hay que „dehonizar” la parroquia o hay que „diocesaneizar” nuestra comunidad y pastoral, incluso nuestro estilo y ritmo de vida, etc. Es una problemática que si bien toca nuestro tema nos llevaría por otros derroteros y creo que nos separaríamos de nuestro objetivo. Sin embargo, al ser un presupuesto necesario para acoger con espíritu crítico las reflexiones que, nacidas con vocación de brevedad y practicidad, encontraremos más adelante creo que no sobra fijar el cómo de nuestro ser comunidad religiosa (de presbíteros y hermanos) que rigen una comunidad parroquial encargada por el obispo diocesano.
Es claro que el marco general arroja que todo Instituto Religioso es, por sí mismo, memorial y profecía del Reino de Dios que aparece en Cristo. Los religiosos viven en la Iglesia, con la Iglesia y para la Iglesia, tal como nos presenta el esquema de la exhortación VC. En VC 76 hallamos la tarea, la necesidad y la urgencia de nuestra aportación y ser en la Iglesia: tenemos la obligación y el derecho de vivir nuestra propia identidad y trabajar conforme a nuestro propio carisma porque es un don que procede del Espíritu Santo y es para la Iglesia.
¿Esto afecta a nuestro compromiso y trabajo en las parroquias? Indudablemente. Nos podemos preguntar, ¿es legítimo insertar el trabajo en parroquias entre nuestras ocupaciones apostólicas como Congregación? Las constituciones previas a la reforma conciliar ofrecían una base clara para una respuesta afirmativa:
„[…] trabajarán con gran celo en la educación de la juventud, especialmente clerical, en la predicación de ejercicios espirituales, en las misiones y en todas las obras de apostolado en que se pueda atender a la salvación de los hombres, principalmente los de condición humilde. Del mismo modo, pueden regentar parroquias, especialmente en tierras remotas, y con gusto se dedicarán a las misiones extranjeras, con tal que queden a salvo la observancia y la vida común” (CST 1956 I, 8).
Actualmente CST 31a y CST 32b (también DG 34) ofrecen el marco carismático que legitima esta tarea apostólica, pero la clave es CST 34 como criterio básico de vida, de acción y de opción:
„Nosotros realizamos nuestra acción pastoral
al servicio del Evangelio,
en la Iglesia universal,
en comunión con los responsables
de la Iglesia local.
Con ellos debemos buscar
las modalidades específicas
de nuestra inserción en la misión eclesial
que nos permitan desarrollar
las riquezas de nuestra vocación”.
Inserción a través de nuestro ser e identidad vocacional, y también con un matiz claro: „remediar activamente las deficiencias pastorales de su tiempo” (CST 5). A esto tenemos que unir el hecho de que la vida religiosa SCJ surge en el cruce de la inteligencia pastoral del vicario parroquial Dehon y de su generosidad espiritual. El hecho de ser comunidad religiosa SCJ rectora de una parroquia exige a esa comunidad, en primer lugar, una pedagogía de vida interior para sus miembros, porque éste es el primer objetivo de la Congregación: favorecer una unión lo más estrecha posible con Cristo. En segundo lugar, aportar la capacidad surgida de esa pedagogía interior, de ver-juzgar y, consecuentemente, actuar. Ese es el matiz propio, ese es el modo de „dehonizar” la parroquia, de vivir la espiritualidad dehoniana en el apostolado parroquial.
Traigamos a colación un texto importante que puede servir como colofón perfecto de esta inserción del ministerio parroquial en nuestro carisma.
„Los grandes momentos históricos de crecimiento y de empuje congregacional han visto marchar juntos los cuatro ámbitos apostólicos señalados (el ámbito espiritual, social, misionero y cultural). También hoy nuestra tarea de revitalización debe enfocarse en torno a nuestra especificidad y al estilo propio de estar y de trabajar en pastoral. La Congregación tiene muchas parroquias en muchas Provincias/Regiones y Distritos. Es una labor inmensa y necesaria sobre todo donde las Iglesias particulares están más necesitadas. Por otra parte, eso nos hace bien como Congregación para estar anclados en la realidad, junto al pueblo. El mismo P. Dehon asumió parroquias en distintos países (p. ej. Holanda, Brasil, etc.). Debemos cuidar, sin embargo, que sean conducidas según la modalidad de la vida religiosa. No existe solo el modelo pastoral diocesano. Es posible un modelo de gestión pastoral de las parroquias típicamente religioso y dehoniano. Para eso hay que asegurar parroquias grandes donde pueda trabajar una comunidad religiosa; parroquias pobres y de periferia con los grandes desafíos de nuestro tiempo; parroquias con población joven para promover las vocaciones de la Iglesia; parroquias donde se transmita nuestra espiritualidad con sus acentuaciones propias y donde se presten servicios complementarios que no pueden brindar los párrocos diocesanos; parroquias misioneras que exigen movilidad, creatividad y la formación de muchas comunidades de base”.
El P. Bressanelli marca un motivo de inserción en el trabajo parroquial: nuestra necesidad. Y es necesario porque nos ancla en la realidad. Ahora bien este ministerio parroquial está llamado a ser revitalizado a través de un camino muy concreto, el de nuestra especificidad y estilo propio de estar y de trabajar en pastoral. Este estilo, insiste, es el de una rectoría parroquial acorde, en general, con lo que es la vida religiosa y, en particular, acorde a nuestro modelo dehoniano.
De ahí que nos sean dados criterios muy claros a la hora de tener o elegir parroquias y qué hacer en ellas: parroquias grandes, pobres, periféricas, jóvenes, con proyección vocacional, transmisoras de nuestra espiritualidad, facilitadoras de servicios complementarios, con talante y apertura misionera.
Pero nuestra reflexión debe continuar y dar más pasos a partir de esta legitimidad y claridad carismática.
Comienza así el segundo capítulo del Evangelio de san Marcos:
„Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra” (Mc 2, 1-2).
Concebir la parroquia como la casa de Jesús, en medio de un pueblo normal, en medio de un barrio normal, puede sonar infantil o inocente, pero creo que es la gran necesidad visto el panorama actual e incluso ciertas praxis, más que eclesiales, clericales. Un Cristo que esté en casa, en su casa, una casa abierta donde se pueda agolpar gente (otra cosa es que lo haga), unos vecinos a los que se les anuncie la Palabra de aquel que siempre está en casa para todos. Un primer rasgo de la comunidad SCJ encargada de regir una parroquia debería ser ese „estar en casa”; es más, tener una casa abierta, una casa acogedora, donde se escuche todo, pero donde se proclame la Palabra de Dios. Jesús, visitado por la gente, acoge y escucha a esa porción del pueblo.
La parroquia SCJ deberá ser dadora de Paz. La postura y ademán de Jesús que podemos imaginar en la lectura y meditación de este texto marcano denotan o dan a entender que se encuentra en estado de quietud o reposo; su posición sedente/sentada nos lo muestra como quien está sentado en el „trono de la gracia” (cf. Hb 4,15-16) en actitud de acogida y de dispensación de bondad.
Ahora bien, podemos dar un paso más: ¿cuál es la palabra de Jesús? Podría, en nuestro caso, tratarse de:
„Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
¿Por qué este texto? Porque el P. Dehon afirma de él que es „el espíritu del Sagrado Corazón” y el „código de su Reino”. Se sitúa en nuestra experiencia de fe: si el Maestro manifestó tanta solicitud y preocupación por los hombres, el discípulo que conoce ese ágape debe hacer otro tanto:
„En la Iglesia hemos sido iniciados en la Buena Noticia de Jesucristo: 'Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él' (1 Jn 4, 16)” (CST 9).
Qué líneas de actuación pastoral podemos obtener de la contemplación de las palabras y ademanes de Jesús:
1. nuestras parroquias deberían subrayar ese abrir de par en par las puertas de la misericordia, es decir, abrir su corazón, sencillo y humilde;
2. la capacidad de acoger a los pobres, a los segregados, a las personas rotas, a los perdedores; que nuestras parroquias sean aprisco; lugares de seguridad (donde se acoge a los niños en cuanto símbolo de debilidad);
3. lugares habitados por personas que logran liberar a quien acude a ellos de un presente insoportable, aliviar de los fardos pesados que otros han impuesto.
4. lugares de bendición y protección;
5. lugares para curar y sanar;
6. poner en condiciones de proseguir la marcha con nuevas energías («mi yugo es suave y mi carga ligera»);
7. ejercer la realeza y señorío de la gracia a través de una celebración de la liturgia sacramental y del diseño de la fuerza de esa gracia convertida en caridad y solidaridad organizada y eficaz.
Parroquias capaces de hacer, por naturaleza, el gesto de acercamiento confiado que significa confortar y consolar en nombre de Jesús, abandonar todo temor, reconocer que el Señor es bueno, que enjugará las lágrimas de nuestros ojos. Llevar a cabo el ministerio de la reconciliación que prepara el anuncio del Amor. Hacer sentir al fiel cristiano la urgencia que tiene personalmente de aceptar que es aceptado.
El carisma específico del Instituto es el criterio formal de discernimiento de nuestro ser Iglesia, de nuestro ser en el mundo y para el mundo. La fidelidad dinámica a nuestra identidad carismática nos hace ver una manera específica de participar en la misión de la Iglesia, un modo de pensar y de vivir la Iglesia. Un modo sometido a la autoridad de los pastores que tienen el carisma del discernimiento.
Antes de lanzar las líneas pastorales que puede ser que surjan de nuestra experiencia „teo-lógica” y „teo-práxica”, vamos a ver una reflexión un poco profunda sobre las líneas teológicas gruesas en que nos vamos a mover.
Brevemente, quisiera retomar aquí algunos conceptos eclesiológicos que nos den un contexto en el que se pueda responder a la clásica pregunta de fondo: cómo ser religioso con el oficio pastoral de una parroquia.
En su misterio, la Iglesia vive (a ejemplo de María) la apertura virginal al misterio de Dios (Ancilla Domini), la respuesta esponsalicia a la Palabra que edifica la comunión (Sponsa Verbi) y la misión de ser Madre (Mater Dei). Igualmente, la Iglesia de Cristo, según san Pablo, está fundada sobre los „apóstoles y profetas” (Ef 2, 20-22), o sea „sobre el oficio y sobre el carisma; o, más precisamente -dado que el oficio no debería existir sin el carisma- sobre el carisma objetivo y subjetivo, sobre la santidad objetiva y subjetiva”. Hay, pues, una realidad, identificable en las estructuras externas de la Iglesia, de „espíritu objetivo” o una „santidad objetiva” dado por la Escritura, los Sacramentos, el oficio pastoral, llegando a abrazar elementos tales como el derecho canónico. Igualmente, existe el „espíritu subjetivo” o „santidad subjetiva” vivida de manera dinámica en la santidad de la Iglesia. Unas realidades unificadas en el amor vivido en las misiones eclesiales y en la santidad cotidiana.
El amor recíproco, dinámico y encarnado es lo que recorre la realidad eclesial. La Iglesia es así una realidad carismática: „La institución y el carisma, el oficio y la santidad están inseparablemente unidos en el mismo origen y en el mismo fin”. Esta vida de amor de la Iglesia es participación en la misma vida del Dios trino, que es Amor.
De nuestra espiritualidad mana un modo de estar y de actuar que nos provoca a modelar nuestra acción pastoral en torno a estas realidades de la comunidad eclesial. La Iglesia no puede ser solamente la Iglesia de las obras sociales, aparcando sus características espirituales. Esto el P. Dehon lo tenía clarísimo. A veces, en la praxis eclesial ha prevalecido una preocupación demasiado unilateral sobre cuestiones de carácter estructural y jurídico. Tenemos que reproponer una espiritualidad que acentúe la vivencia del amor, de un amor encarnado, de una preocupación pastoral que reproduzca y continúe eficazmente los sentimientos del Corazón del Hijo porque „la Iglesia corre el riesgo de convertirse en funcionalista, sin alma, una dura empresa sin ningún momento de tregua, extrañada de su verdadera naturaleza. […] Todo esto que tenemos es una ideología que sustituye a otra, todo se convierte en polémico, crítico, amargo, sin humor, y en fin aburrido, y de semejante Iglesia la gente escapa en masa…”.
Estamos invitados a encontrar un modo peculiar de ser Iglesia, que ponga de relieve su ser amor, las relaciones de comunión entre las personas y las diferentes vocaciones, la riqueza de sus carismas, la belleza de su armónica variedad. Así es como podemos aspirar a un crecimiento creativo en la Iglesia. Crecimiento fruto de las obras del Espíritu.
El contexto de búsqueda con que asumimos esta reflexión nos lleva a trazar con claridad un marco espiritual con sus exigencias y con sus impulsos, al igual que trazar un marco de comprensión pastoral en que se sitúa la Congregación a la que pertenecemos.
En ese marco espiritual quizás tengamos que acoger la llamada insistente a volver al fervor inicial, al amor primero; es decir, a retornar al Evangelio y dar primacía a Jesucristo de tal modo que volvamos a anunciar el amor que el Corazón de Jesús tiene al mundo. Se trata de recapitular todo en él, en esa „carne” que la Palabra ha asumido y que nunca dejará (GS 38), siguiendo así el principio de encarnación del carisma del P. Dehon. Es el modo de volver a anunciar, de volver a manifestar la elección de amor de Dios por su pueblo.
El marco de comprensión pastoral se desarrolla a lo largo de cuatro líneas fuertes que se entrecruzan y se alimentan mutuamente. Recordemos, pues, que la pastoral SCJ se mueve en su especificidad a través de los campos de:
1. la espiritualidad,
2. la missio ad gentes,
3. la atención al orden social,
4. el mundo de la cultura.
Adelantando una síntesis, podemos decir que la misión SCJ en la Iglesia diocesana que nos encomienda la rectoría de comunidades parroquiales en la Iglesia local surge del entrecruzarse de estas líneas fuertes, que nos hacen trabajar por la creación de parroquias:
- fraternales,
- eucarísticas,
- misioneras,
- servidoras,
- memorístico-proféticas,
- vocacionales.
Vamos a conducir nuestra reflexión extrayendo orientaciones de un documento, ya usado, que estimo muy importante por el momento de publicación y por la profundidad y capacidad de síntesis, como es la Carta del P. General V. Bressanelli titulada Año Dehoniano. Recoge, sobre todo, la riqueza teológica y espiritual de nuestro carisma en clave actualizada. Además es un modo adecuado de no divagar en nuestra investigación espiritual sino andar por caminos autorizados, ya abiertos y trazados en los que podemos detenernos a discutir la concreción de su operatividad. Porque no hay que olvidar que un Capítulo General insistió en la necesidad de luchar porque nuestras parroquias no pierdan „su capacidad para evangelizar el mundo de hoy”.
Quizás la primera referencia interesante sea analizar el icono que nos ofrece la Carta en esa lectura espiritual de la Santa Casa de María en Nazareth ubicada en Loreto que podemos aplicar a nuestras parroquias. La parroquia, como la Santa Casa, debe ser:
La pasión por el Reino de Dios y la cordialidad se constituyen en el centro del Anuncio: un anuncio que arranca de la experiencia del Ecce Venio, de la Palabra hecha hombre. La parroquia dehoniana proclama, anuncia, enseña a vivir la filiación, la vida de hijo/a de Dios. Comunica esa experiencia carismática propia que nos introduce en la lógica, la meditación y la acción en clave de encarnación y filiación que lleva, en la obediencia, hasta la pasión, muerte y resurrección. Es decir, nuestro pastoreo lleva a entrar en el movimiento obediencial de Cristo de modo que la persona sea transformada y penetrada por la santidad de Dios. La relación profunda entre ecce venio-ecce ancilla sumerge en la realidad de la encarnación, de tal modo que anula la infinita distancia entre Dios y el hombre. De ahí surge nuestra pretensión programática, específica, de hacer de la parroquia un lugar de vecindad, la „tienda” de Dios en el barrio.
Esta leiturgia la concebimos en sentido pleno, es decir, va más allá del culto. Es por esto que podemos explanar el contenido de este „lugar” profundizando en las actitudes características de nuestro carisma.
En concreto podemos aventurar una hipótesis guía. De la vivencia del ecce venio emanan las características y las actitudes del pastor. Nos exige tener un corazón de carne y no de piedra; un corazón de buen pastor, de buen samaritano, de servidor de los hermanos. La espiritualidad dehoniana ofrece así „una forma sapiencial de vivir y de abordar las cosas, los acontecimientos, el ministerio pastoral, el trabajo, el descanso, el tiempo, la vida comunitaria, las relaciones humanas y el misterio de Dios. Nos permite vivir más encarnados en la realidad sin perder la dimensión trascendental. Nos aproxima al pueblo a quien el P. Dehon nos envía; anula las distancias. Nos ayuda a conseguir la unidad interior y el optimismo que es esperanza teologal”. Es preciso, pues, „centrar decididamente nuestra vida en el Corazón de Cristo [ya que] es condición de reproducir, con coraje y audacia, la creatividad y la santidad de nuestro Fundador (cf. VC 37)”. A la vez, el anuncio y la vivencia profunda del Ecce venio hace que la parroquia descubra la fuerza que le lleve a ser lugar de redención, de reconciliación, de anuncio del Reino, de solidaridad y evangelización de los pobres y pequeños; de misericordia hacia y desde el pueblo, de formación de los discípulos, de compasión por los enfermos, lugar de Eucaristía.
El Ecce ancilla subraya las actitudes que deben nacer en el seno de todos los miembros de la parroquia. Un perfil formado por la disponibilidad, la colaboración, la aceptación de la palabra encarnada, el servicio, la coparticipación de la vida, la solidaridad comprometida con la causa y destino de la Iglesia. Queda configurado así un objetivo pastoral sólido. En concreto, el cristiano laico de nuestra parroquia es invitado a revivir el misterio de la Encarnación en las realidades temporales: en la vida de familia, en el trabajo, en el propio ambiente, en el mundo en general, etc. La actitud del ecce venio y del ecce ancilla y el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth ofrecen la luz suficiente para construir una comunidad humana según el Corazón de Dios que asume su misión concreta. El cristiano puede traducir en acción reparadora todo lo que es su vida y existencia en lo positivo y en lo negativo. La parroquia dehoniana compartiendo su experiencia y siendo así fiel a la tarea que le marca la Iglesia, ayuda a pastores y laicos a asumir y vivir explícitamente todos aquellos valores evangélicos que los hacen misioneros en su propio ambiente. Así, surgirán explícitas vocaciones a la vida religiosa (también SCJ), al ministerio, a la formación, incluso, de un Laicado Dehoniano. Esto porque „su contexto vital es también su espacio natural para su actividad espiritual, social, misionera y cultural, que le sugiere su participación en el carisma y espiritualidad del P. Dehon”.
El misterio de la vida escondida, leído en clave de servicio diaconal, nos ilumina y lanza a trazar líneas de actuación serias, profundas y, si acaso, nuevas en los ámbitos de la pastoral de la familia, de la pastoral del trabajo; pero también un punto muy importante y de candente actualidad como es la pastoral de iniciación cristiana. En una palabra, suscitar la experiencia de fe a través de itinerarios catecumenales marcados por una profunda experiencia de Dios, que afecten a todas las áreas de vida personal y social de la persona evangelizada. Pero se debe sumar otra motivación teológica y carismática fuerte en este sector diaconal. Toda la fuerza y energía que surge de la experiencia y la teología social del Adveniat Regnum Tuum exige una actitud concreta y es que, interpelados por la realidad cambiante y por los desafíos de nuestra época, debemos constantemente „buscar las modalidades específicas de nuestra inserción en la misión eclesial que nos permitan desarrollar las riquezas de nuestra vocación” (CST 34). El grito dehoniano „Sacerdotes, salid de las sacristías; id al pueblo” está traducido en esa CST 144, la última, que no cierra nada sino que abre a la conciencia y urgencia del „hoy de Dios”, ese hoy que pide abrirnos con solidez espiritual y creatividad a las aventuras y sorpresas del Espíritu.
Tarea de los responsables de la parroquia es suscitar la fraternidad parroquial. Repetir la experiencia fundante del Resucitado que vuelve a reunir a los que el escándalo de la pasión había dispersado. Comunidades parroquiales que tengan como referencia constante Hch 2, 42-45: comunidades fraternas, eucarísticas, misioneras y servidoras del mundo. Rescatar y ser testimonio elocuente de la comunión como parte de nuestra misión en la Iglesia y el mundo es algo que debemos tomar como objetivo pastoral primero. La sola consagración a través de los votos son en realidad una predicación elocuente de la comunidad religiosa encargada de la parroquia. Esa experiencia debe alargarse en la pastoral diaria. Acorde con nuestra Regla de Vida la comunión se convierte en don y tarea (CST 40a). Nuestro carisma acoge el Sint unum y lo hace fuerza activa en las personas. Es motor de conversión, de novedad, de aceptación de diferencias, de saber llevar las cargas unos de otros, de practicar el perdón y la reconciliación, de ampliar el sentido de la corresponsabilidad y de la disponibilidad.
Ciertamente, el lugar de donde mana este Sint unum es la Eucaristía (CST 82) donde nos unimos a Cristo y nos configuramos con su misión, donde experimentamos el amor que nos hace disponibles al servicio (CST 35-39), nos sensibiliza ante el pecado y los males de la sociedad (CST 4). Es en este cultivo de la comunión donde surge la capacitación en el dehoniano para estar con el pueblo, para sentir la necesaria empatía con su pueblo, vivir en la gratitud de quien no impone nada sino que propone y acompaña con la escucha de los procesos de cada uno de los fieles encargados a su cura pastoral. Una comunión fundamentada en el diálogo, la comunión, la participación, las exigencias espirituales, los métodos de planificación, de revisión, la disciplina, las estructuras de participación en la elaboración, decisión y ejecución.
Creo que estos cuatro elementos son suficientes para la configuración de una parroquia en su eclesialidad y, además, indican los elementos esenciales del itinerario de vida religiosa apostólica SCJ. Son sus piedras basilares.
Pero aun con todo esto, podemos insistir en una característica más propia nuestra: enseñar y acompañar la creación y vivencia de una cultura cristiana del corazón. Algo que solo puede darse mediante un acompañamiento que lleve a descubrir la vocación y misión específica de cada persona que compone la parroquia y, por ende, de toda la comunidad parroquial como conjunto. Es la consecuencia de acoger esa característica apostólica de nuestra Congregación -su compromiso en el mundo de la cultura-, junto con aquel sueño o proyecto del vicario parroquial Dehon de crear „ciudades cristianas” a través del anuncio del Reino del Corazón de Jesús en las almas y en las sociedades.
Una cultura cristiana adecuada a los tiempos surgirá, en nuestro caso, del anuncio y contemplación de la forma suprema del amor, de ese modo de „dar la vida” (cf. Jn 15, 13-14), es decir, del Siervo de Yahveh, Cordero Pascual (ecce venio-in manus tuas); Siervo contemplado desde la actitud de la sierva del Señor (ecce ancilla) y con la mente abierta a todo el programa vital que surge del lavatorio de pies (Eucaristía celebrada y adorada); contemplación que hace surgir un movimiento de amor que logra acoger al Espíritu Santo (reparación) que es quien nos envía a los grandes desafíos de nuestro tiempo (adveniat regnum tuum) no como individualidades dispersas sino como porción del Pueblo (sint unum) de Dios.
Surge así „algo” que compromete en la construcción de un orden nuevo y de una humanidad nueva. Una construcción compuesta, por una parte, de unas actitudes conocidas de un modo teóricos porque han sido anunciadas, pero luchadas para que sean asentadas en el corazón; por otra parte, novedad hecha de acciones cotidianas y concretas, que nacen de una experiencia de amor original, de puro amor. Esta doble inspiración lleva a encontrarnos en la „realidad real” y a saber proponer los valores, cada vez más contraculturales, del Evangelio.
Quizás, con la ayuda de la lectura „desde fuera” del P. Ferrari, podamos ya concretar unas características de la parroquia SCJ, que elevamos osadamente a la categoría de criterios pastorales ofrecidos por nuestra espiritualidad. Así pues, nuestras parroquias podrían caracterizarse por ser lugares:
1. donde se celebre y adore la Eucaristía (predicación + comunión) para hacer del pueblo Cuerpo de Cristo vivo y activo en la sociedad de hoy (preexistencia-oblación) siendo así sacramento universal, pero localizado y encarnado, de salvación.
2. donde se viva el testimonio de fe viva y el amor puro, signo de la presencia de Dios que vive junto a las casas de los hombres.
3. lugares de calor, cordialidad, gratuidad, gracia, ternura y donde se efectúa en todas sus dimensiones el compartir.
4. donde se viva un auténtico catecumenado de una concreta y real experiencia de Dios, así como una comunión eclesial que suscite, anime y discierna en verdad las tres vocaciones dentro de ella.
5. parroquias regidas y atendidas al estilo de una comunidad religiosa.
6. parroquias pastoreadas con la caridad, que será el criterio, junto con el crecimiento en la fe, de actuación.
7. donde haya pastores con actitudes del Corazón de Dios, según Jr 3, 15.
8. Parroquias capaces de inculturar el ecce venio, lo que sucederá cuando el Evangelio penetre en el estilo de vida, los criterios de juicio y las escalas de valores de los fieles, en su corazón, centro de la vida afectiva (tal como la concibe la psicología actual).
9. lugares abiertos y dialogantes con los no creyentes y los no cristianos.
10. parroquias capaces de innovación en métodos y opciones pastorales en una cultura diferente y donde existen nuevos areópagos.
11. donde se afrontan las nuevas y viejas pobrezas con creatividad y vigor.
12. donde se den métodos de educación en la fe ordenados y serios.
13. donde se ejerza un ministerio personalizado, de contacto personal con cada fiel.
14. donde se lucha, por principio constitutivo dehoniano, por la justicia, la paz y la solidaridad; la justicia social debe ser predicada y profundizada como ministerio propio de nuestras parroquias.
15. donde se proclama y construye una cultura nueva, expresada simbólicamente en la celebración y adoración eucarísticas que proclaman un mundo diferente al que conocemos: nos transforma en „pan partido” para los demás, tal como lo fue Cristo.
16. donde sea verdad que del Corazón de Jesús surge un amor parcial de preferencia por el pobre.
17. donde se alimenta al pueblo hambriento de pan (amor) y hambriento de verdad.
18. donde quien se siente „dejado a sí mismo” encuentre un pastor, un buen pastor.
19. parroquias capaces de educar a una fe viva que:
a. libre de la cultura que corroe y suprime la localidad de la propia identidad y cultura,
b. libre de la demanda del consumismo de los excesos de la cultura tecnológica,
c. libre del agnosticismo producto del materialismo utilitarista.
20. donde se logre orientar a los feligreses con criterios cristianos en la cultura, la política, la orientación familiar, la educación, la economía de su vida cotidiana de tal modo que se preserven los valores del sentido de la trascendencia, el valor de la vida, de la familia y la sociedad.
Recopilados por Umberto Chiarello, León Dehon, apóstol de los nuevos tiempos (1843-1925), Roma 2004
1.
Como joven sacerdote continuó madurando su sacerdocio en la línea espiritual de „sacerdote y víctima”; pero, inmerso en el ministerio, desarrolló un método pastoral de apertura al mundo y a la Iglesia, leyendo la situación del territorio donde había sido enviado, dando respuestas innovadoras, concretas y operativas para su tiempo.
2.
Así, „no se hacen ciudades cristianas con parroquias de 30.000 almas. Es contrario al buen sentido. Es necesario que el pastor conozca sus ovejas y que las ovejas conozcan a su pastor” (NHV IX, 89)
3.
„La organización de las grandes parroquias no permite a los sacerdotes hacer apostolado. Cuando han participado en la recitación del oficio divino, asistido a los funerales y presidido los encuentros de las cofradías, su tiempo y su actividad están ya agotados. Se puede vivir durante siglos de este modo sin rehacer cristianamente la sociedad” (NHV XII, 134). „El clero desarrolla el servicio de la Iglesia y se ocupa de las almas que van a su encuentro, el resto (de las almas) vive en el paganismo” (NHV IX, 94)
4.
„Y después nos sorprende que el pueblo haya acaba diciendo que la religión está hecha para los viejos y los niños. Esta generación pusilánime nos ha cambiado a Cristo. No es ya el Cristo de los obreros, pauperes evangelizantur, el Cristo que ejercía su apostolado incesante entre los publicanos y los pecadores… El león de Judá se ha transformado en una tímida oveja. Nuestro Cristo, cuyo apostolado potente y fuerte inspiró el de los Pablos y Javieres y el de todos los conquistadores de almas, ha sido transformado en un hombre temeroso y débil, que no habla sino a los niños y a los enfermos” (OSC II, 158).
5.
La intuición pastoral de León Dehon es la de sustituir una pastoral exclusivamente sacramental por una pastoral integral, espiritual y social: de evangelización, diríamos hoy, unida a la promoción humana.
6.
Es la palabra clave del P. Dehon en su apostolado; es la línea de conducta que lo guió y según la cual espoleó al clero de su tiempo: „¡Es necesario ir al pueblo! ¡Es necesario! Es necesario ir al pueblo, porque es infeliz, porque sufre, porque se encuentra en un estado de miseria no merecido; porque está sin protección… Es necesario ir a su hogar y a su fábrica. Es necesario convocarlo a las reuniones y reagruparlo en asociaciones para instruirlo y confortarlo, para asistirlo en sus sufrimientos y elevarlo en el abatimiento, para escuchar sus lamentos y sus deseos, para dirigirlo en sus reivindicaciones, para conducirlo a Cristo, su Defensor y Salvador…” (OSC II, 153).
7.
Dirigiéndose a los jóvenes sacerdotes, dirá: „Ciertos castillos temblarán al ver vuestros sueños de apostolado popular. Si sois sacerdotes, vuestros cohermanos más ancianos, que no han conocido nada más que los viejos métodos, os verán como utópicos. Los laicos píos y las almas devotas gemirán por vuestra temeridad. Toda esta gente brava no ve con gusto que los indiferentes nos digan que la religión es buena para los viejos, las mujeres y los niños; pero ellos hacen de todo, sin duda, para que se diga. No logran concebir que el sacerdote salga para otra cosa que no sea visitar enfermos, acompañar los funerales, y se maravillan de que el pueblo parangone al sacerdote con un pájaro de mal agüero. Id a los vivos, id a los hombres, id al pueblo, y vosotros no pasaréis más por tristes pájaros de funeral” (OSC II, 174).
8.
„Constituyen el esfuerzo desesperado del pastor que apela a todos los recursos de su celo y de su inteligencia para salir, pese a todo, del círculo de impotencia donde se le quiere recluir, para abrir a las almas nuevos caminos a la vez que poco a poco se cierran los viejos…” (OSC II, 155).
9.
„Es necesario ir al pueblo por los caminos que se abren por las nuevas obras. ¡Dios lo quiere!” (OSC II, 156).
10.
''¿No hemos repetido quizás esta palabra de traición: 'No hay nada que hacer', cuando todo está aún por hacer? ¿Hemos cultivado y perfeccionado nuestros estudios? ¿Hemos fundado obras que responden a las necesidades actuales?… Es necesario ir al pueblo; es necesario buscar a aquellos que no vienen a nosotros… 'El pastor de almas se ha transformado en ministro del culto' (Mons. Ketteler, arzobispo de Maguncia). En estas condiciones el sacerdote ya no es sal de la tierra„ (AD, B. 8,7).
11.
„No es suficiente cumplir tranquilamente las funciones ordinarias del sagrado ministerio… Es necesario buscar ganar a los hombres y especialmente la clase más numerosa, los obreros. Es un estado de ánimo que debemos formar en nosotros, una disposición para ir a los hombres, al pueblo, con todos los medios adecuados” (Ibidem). Más tarde, considerando las exigencias de un apostolado moderno, anota: „Francia tienen dos géneros de buenos sacerdotes: los que desarrollan su ministerio regularmente, solemnemente, como si todo fuese bien. Creen estar aún en los buenos tiempos de antes. Los otros que van en busca de las ovejas perdidas, y tienen alma de apóstoles y misioneros. Sería necesario multiplicarlos” (NQT XXXV/1914, 77).
12.
„A necesidades nuevas se debe responder con acciones nuevas”, nos dice. „El ministerio pastoral, encontrándose ante situaciones nuevas, debe reflexionar sobre las necesidades del momento y responder a las exigencias de los tiempos, como ha hecho en todas las épocas… Las obras sociales son la nueva forma especial de apostolado requerida por los nuevos tiempos… Hoy la sociedad espera de la Iglesia: la promoción de los obreros y la enseñanza de las leyes de la justicia y de la caridad, que deben presidir la reforma de las legislaciones y la organización profesional” (OSC II, 156).
13.
„Los sacerdotes y los laicos deben iniciarse y, con santa emulación, excitarse a esta nueva forma apostólica de ministerio; dedicarse, con el estudio de medios prácticos, a crear y dirigir estas obras nuevas que responden directamente a las necesidades actuales de las almas y de la sociedad. Entonces los pastores no se consumirán más en un ministerio infructuoso, no iluminado por hecho en condiciones de ineficacia. Los laicos cristianos aprenderán a no desanimarse, encerrándose en el cercado egoísta de los deberes domésticos, se convertirán en auxiliares potentes de sus pastores para el mayor bien de la nación y de la Iglesia” (OSC II, 160-161).
14.
„Las nuevas necesidades exigen procedimientos nuevos. Es necesario que la Iglesia sepa mostrar que no es solamente apta para formar almas pías, sino para hacer reinar la justicia, de la cual los pueblos están ávidos. Es necesario por ello que el sacerdote se dedique a nuevos estudios y a nuevas obras” (OSC III, 366).
15.
„El conjunto de las respuestas fue desolador. No había casi nada en el plano asociativo y se señalaba por todas partes la indiferencia o la irreligiosidad de los hombres” (NHV X, 153-155).
16.
„¡Qué triste situación! Estos son los amargos frutos del galicanismo y del jansenismo. Excluyendo la religión de la vida política y social, se han alejado primero los hombres y después casi toda la población. (Ante tal situación) había urgente necesidad de un infatigable apostolado desarrollado con medios nuevos; pero por desgracia no tuve muchos seguidores” (NHV X, 187).
17.
„Nuestra misión es la de… ir a los hombres, sobretodo a aquellos que no vienen a nosotros, hablarles, utilizar las nuevas formas de la palabra: el periódico; si a su tiempo lo hubiese conocido, San Pablo lo habría utilizado; y en fin, ocuparnos de los intereses económicos y sociales del pueblo” (OSC II, 174).
18.
„Para los obreros no hay sitio en nuestras iglesias y no reciben la instrucción adecuada para ellos. Son ovejas sin pastor. Encuentran en los patronatos un poco de ese cuidado… que la Iglesia debería tener por cada uno de ellos” (NHV X, 3)
19.
Por esto él podrá decir al final de su vida: „El ideal de mi vida…, un ideal grandioso: conquistar el mundo para Jesucristo…, instaurar el Reino del Sagrado Corazón” (NQT XLV/1925, 2-4).
20.
Como se ve, su método pastoral ha dado sus frutos. En el impacto con la realidad, analizó la situación, leyó los signos de sus tiempos, como se dice hoy. A los deseos emergentes de los nuevos tiempos respondió con acciones nuevas: como se debería hacer hoy. Sus intuiciones pastorales no permanecen en el libro de los sueños, pues les dio una continuación concreta, inventando soluciones nuevas; demostrando así que León Dehon es un hombre dinámico y abierto, un sacerdote comprometido y celoso, un apóstol trabajador y desinteresado: ¡un contemplativo en la acción!
21.
Como se ve, su método pastoral ha dado sus frutos. En el impacto con la realidad, analizó la situación, leyó los signos de sus tiempos, como se dice hoy. A los deseos emergentes de los nuevos tiempos respondió con acciones nuevas: como se debería hacer hoy. Sus intuiciones pastorales no permanecen en el libro de los sueños, pues les dio una continuación concreta, inventando soluciones nuevas; demostrando así que León Dehon es un hombre dinámico y abierto, un sacerdote comprometido y celoso, un apóstol trabajador y desinteresado: ¡un contemplativo en la acción!
22.
Las iniciativas y obras concretas llevadas a cabo por él no se deben repetir; hay que hacer propio su método pastoral, saber leer los signos de nuestro tiempo, dando respuestas innovadoras y adecuadas: a situaciones nuevas, dar soluciones nuevas, como él hizo en su tiempo.
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